REGLAS PARA INSTRUCTORES
Es más fácil aprender que enseñar
. Es bastante fácil simplemente
explicar algo sin interesarse mayormente en si el alumno comprende o no lo
enseñado, pero si usted lo guía correctamente y enseña en forma imparcial, con
el profundo deseo de que sus alumnos dominen las materias que usted les
presenta, tomando al mismo tiempo en consideración las características individuales
y capacidad de aprender de cada uno de ellos, entonces no será en absoluto
fácil.
Enseñar Aikido es particularmente dificultoso
porque al hacerlo debemos elevar al alumno desde un mundo corporal a uno
espiritual; debemos enseñar la unificación del cuerpo y el espíritu y guiar de
la mano a nuestros estudiantes hasta el punto en que se hallen en condiciones
de poner en práctica lo aprendido.
Por supuesto, es de rigor que el
maestro debe haber dominado, puesto en práctica y creer firmemente en lo que ha
enseñado. Si enseñamos las reglas del Universo en forma indiscriminada,
sucederá como cuando un ciego guía a otro ciego, es imposible prever el camino
equivocado por donde irán los pasos de ambos. Para poder enseñar debemos
mantener los ojos bien abiertos y aceptar la plena responsabilidad de nuestras
acciones.
1. CRECIENDO JUNTOS
Ocasionalmente, encontramos entre los
estudiantes de Aikido a personas que practican diligentemente; pero que sólo se
hallan interesadas en su propio progreso y asumen una expresión de impaciencia
cuando se les solicita que guíen a sus compañeros menos, adelantados. La
disciplina personal es muy buena, por supuesto, pero si sólo se progresa en
las técnicas, las personas egoístas
sólo conseguirán llegar a un punto, aquel hasta donde el cuerpo puede
progresar, pero serán incapaces de penetrar en el campo del progreso
espiritual.
El principio básico del Aikido es
amor y protección para todas las cosas. Nuestro espíritu se halla aunado con el
del Universo. Por esta razón nuestro Ki se halla en estado de perfecta conjunción
con el Ki del Universo.
Esta actitud de "estoy muy
bien", palabras de egoísmo personal, es una obstrucción al flujo de Ki y
nos impide realmente consubstanciarnos con los principios del Universo. Además,
el egoísmo lleva directamente a la arrogancia, que a su vez retarda el
progreso.
En general, en el mundo en que
vivimos no existe algo como "a beneficio de los demás". A menudo
decidimos hacer algo a beneficio de los demás pero como un medio de ganar su gratitud
y luego nos enfurecemos cuando las cosas no salen exactamente como las habíamos
planeado. Todo lo que se haga en beneficio ajeno es de hecho en nuestro propio
beneficio.
Lo hicimos, en gran medida, para
aumentar nuestras propias virtudes. Después de todo, ¿no somos nosotros mismos
los que ganamos más al mejorarnos ejerciendo nuestros esfuerzos en beneficio de
otros? El estudiante de Aikido que practique diligentemente este principio y
que mayormente se preocupe de guiar a sus compañeros menos adelantados a lo
largo del camino del progreso técnico y espiritual, éste es el hombre que
avanzará más lejos.
Las otras artes marciales enseñan
que no ganaremos fortaleza a menos que luchemos con hombres más poderosos que
nosotros. Aunque el Aikido enseña también la importancia de enfrentar a personas
más fuertes y sobresalientes que nosotros mismos, y que debemos aprender todo
lo posible de éstas, sostiene asimismo que solamente dichas prácticas de clase
son insuficientes.
El Aikido sostiene que debemos
primero dominar adecuadamente un asunto por nuestro propio esfuerzo y luego,
dentro de los límites de nuestro conocimiento, intentar amablemente guiar a los
más jóvenes por esta misma vía. Progresamos enseñando a otros, porque enseñar
es una forma de aprender. La persona que enseña principios correctos no puede permitirse
errores. Si enseña a los demás a no encolerizarse no debe ella misma perder su
calma. Debemos comportarnos como enseñamos a los demás a hacerlo: corrigiendo
los malos hábitos ajenos, también corregimos los propios.
Aunque es muy difícil entrenar a una
persona que aprende con mucha lentitud y además plagada de malos hábitos, si
conseguimos que ejecute correctamente las técnicas y la vigilamos
constantemente e intentamos, basándonos en principios correctos, enseñarle por
lo menos alguna cosa, progresará.
Simultáneamente, el instructor
progresará grandemente él mismo en las técnicas que enseña y en los puntos más
difíciles de los principios del Aikido.
El alumno estará, por supuesto, muy
agradecido, pero el instructor debe también estarlo por haber tenido la
oportunidad de mejorar su autodisciplina. Intentar seria y cariñosamente guiar
a otros nos hace dar pasos gigantescos en nuestras propias técnicas y
personalidad.
Es equivocado creer que no podemos
ocupar posiciones más elevadas sin desplazar de ellas a otros.
Es algo de gran valor progresar
nosotros mismos, haciendo al mismo tiempo progresar a otros. El camino del
Aikido es el del progreso con los compañeros al aprender con ellos y
ayudándoles al mismo tiempo. Este es ciertamente también el camino a seguir en
la vida diaria.
No sea avaro con la técnica que
acaba de aprender. Encerrar los principios aprendidos del Universo en lo más
profundo de nuestro corazón, sin compartirlos, no es el camino para recibir
futuros beneficios. Debemos repartir cariño sin retacearlo. Si damos de lo
aprendido todo lo más posible, podremos aprender más aún. No se preocupe porque
pueda extinguirse la fuente de conocimientos; el Universo es infinito.
2. UN INSTRUCTOR DEBE SER MODESTO
Algunas veces la persona colocada en
el lugar del instructor desea alardear un poco. La verdad es simplemente que
una persona colocada en la posición de enseñar necesariamente no ha dominado todos
los principios que el Universo tiene para enseñarnos. Puede estar adelantada un
paso más pero continúa siendo sólo un compañero de sus alumnos en el camino del
Universo. Después de todo, la persona que se halla un paso más adelante debe
guiar a los que se hallan más atrás.
Que un instructor se considere a sí
mismo un ser perfecto es una ilusión ridícula. La presunción cierra los ojos
del espíritu y lleva a regresión más que a progreso. Sea negligente y el grupo
más joven le empujará más y más a un segundo plano. Aunque un gran maestro la protagonice,
una equivocación es siempre una equivocación; y aunque sea un principiante el que
ejecuta un acto correcto es correcto. El instructor no debe estar satisfecho
con la reputación derivada de ocupar el sitio de maestro; debe hallarse
constantemente en busca de correcto progreso
. Sólo cuando un hombre es poseedor
de un corazón humilde es un espléndido maestro.
3. LOS ALUMNOS SON ESPEJO DE SU MAESTRO
A1 mismo tiempo que el maestro y el
alumno son compañeros que avanzan por el camino del Universo también son un
espejo doble donde se reflejan el uno en el otro. Las virtudes y defectos del
maestro son visibles en el alumno y viceversa. Si el alumno estudia con sinceridad
el maestro también enseñará sinceramente y ambos podrán madurar y progresar juntos.
Si un alumno es irrespetuoso con su maestro o muestra interés en aprender
únicamente las técnicas, e1 maestro lo notará y el alumno será incapaz de
aprender lo mejor que su maestro tiene para ofrecerle. Aun cuando el maestro
sea enteramente sincero en su enseñanza, un estudiante con este espíritu es muy
poco probable que pueda aprovecharla efectivamente.
Una vez que usted se decide a
comenzar su aprendizaje con cierto instructor no utilice su inmaduro espíritu
para criticarle. Estudie con tanto entusiasmo que parezca que usted haya asumido
hasta los propios hábitos de su instructor. Naturalmente, el espíritu de un
instructor se refleja en sus alumnos. Si el maestro es presumido, sus alumnos
lo serán también. Si baladronea, ellos también lo harán. Si los considera de
poco valor, le será retribuido el sentimiento. Un maestro que, por el
contrario, enseña principios correctos de Aikido y los pone personalmente en
práctica, desarrollará buenos discípulos. Si el maestro es el espejo de sus
discípulos, ellos lo son de él. El maestro que haya malos hábitos entre sus
alumnos debe considerarlos como reflexiones de sí mismo. La imagen de sí que un
maestro ve en sus discípulos es una admonición para continuar aún más
esforzadamente sus propios esfuerzos.
Un instructor que enseña los principios
del Universo no debe olvidar que sus estudiantes le observan. Sus propias
palabras y acciones deben conformarse al principio de unificación de la palabra
y acción que usted expone. Es vital preservar también la actitud de que usted
mismo está aprendiendo de sus alumnos.
4. DERECHO NO ES FUERZA
Aunque es recomendable que un
instructor enseñe fortaleza a sus alumnos, esta fortaleza no debe ser su
objetivo principal. Esta actitud de que fuerza equivale a derecho no es encomiable.
A medida que aumenta el número de personas en el mundo que creen en la fuerza,
así aumentan también las probabilidades de perturbaciones y guerras.
En el Aikido, en que la meta es la
unificación de cuerpo y espíritu y la perfección de la personalidad humana, aun
una pequeña porción de ansia de poder o complacencia de conocer todas las
técnicas es deshonrosa y requiere corrección. El Aikido contiene miles de
técnicas y decenas de miles de variaciones de las mismas. Una vez que usted
haya aprendido lo suficiente para hallarse ilustrado con respecto a los
principios del Aikido, usted mismo podrá inventar nuevas técnicas y descubrir
nuevos movimientos, pero es sólo posible si los principios seguidos son los
correctos.
Algunas personas piensan que si
descubren o inventan una técnica diferente, la prueban sobre un oponente y
funciona bien, han creado de hecho una nueva técnica. De la misma manera que si
un adulto prueba una técnica en un niño, la ejecute bien o mal es muy fácil que
tenga éxito, como
igualmente, si una persona con tres
o cuatro años
de experiencia en Aikido prueba una
técnica en un
principiante. El hombre de más
experiencia vencerá con seguridad. El problema no es si la técnica
funciona o no, sino que sea
correcta. Una técnica incorrecta no funcionará ni siquiera sobre un
estudiante
recién iniciado.
Algunos pocos instructores tienen el
hábito de hacer que sus alumnos intenten una técnica sobre ellos y vencerlos
para demostrarse a sí mismos su fortaleza. Un maestro debe corregir los malos hábitos
de sus discípulos, pero no detener el progreso de éstos a mitad del camino. Si
intenta demostrar su propia fortaleza despertará resentimientos entre sus
alumnos. No estará enseñando el principio de no disensión sino la teoría de la
lucha. Los estudiantes perderán el deseo de buscar el
Aikido correcto y desearán sólo la
fortaleza física. Siempre debe usted tratar de conformar, humildemente, su
enseñanza con los principios correctos y evitar toda disconformidad con dichos principios.
Su actitud al enseñar debe ser siempre una búsqueda conforme a los principios y
un deseo de enseñarlo a los demás.
No tiene la razón el poderoso, sino
que quien tiene la razón es poderoso. Aunque oigamos decir que entre los que
tienen la razón hay personas débiles, aquéllos que son débiles de hecho no
están totalmente dentro del ámbito de la razón. El camino que se halla de
acuerdo con las leyes del
Universo es el camino a la mayor
fortaleza. Debernos ejercitar nuestros mayores esfuerzos en probarlo y mostrar
al mundo que la razón es la más fuerte.
5. ES LA ACTITUD Y NO EL GRADO LA QUE HACE AL INSTRUCTOR
Existe la noción entre los no
iniciados de que no es posible enseñar hasta no ser personalmente muy fuerte.
Algunas personas ya experimentadas se rehusan a instruir a sus compañeros más
jóvenes porque se creen a sí mismas inmaturas y poco fuertes. La fortaleza y
destreza técnica y el ser un buen instructor son cuestiones diferentes. La
persona fuerte no es siempre un buen instructor. Por supuesto, lo ideal es ser
al mismo tiempo fuerte y un buen instructor, pero puede ser relativamente débil
y no un ejemplo de habilidad técnica precisamente y sin embargo enseñar
exitosamente a los demás. Un hombre no necesita ser un maravilloso nadador para
ser un buen entrenador de natación.
Para ser un buen instructor se debe
enseñar
a otros, entusiasta y cariñosamente,
los principios básicos hasta los límites de la propia sabiduría. Aprenda ya sea
un día o un año y usted será capaz de enseñar espléndidamente lo que usted
aprendió en ese día o año.
Digamos que A pregunta a B cómo llegar
a la ciudad C. B nunca estuvo en ese lugar, pero ha oído decir que debe
caminarse directamente hacia delante. Si entonces dice: "Nunca he estado
en C y no tengo por qué decirle cómo llegar allí", es lo mismo que la
persona que declina enseñar a otro un punto de Aikido porque se siente inmatura
al respecto. Esta respuesta es directa y modesta, pero escasamente amable. B
podría haber dicho con mucho mejor efecto: "Nunca he estado allí, pero he oído
decir que se puede llegar caminando directamente hacia delante". Si usted
ha estudiado las leyes del Universo y cree en ellas, no tendrá hesitación
alguna en decir: "Personalmente soy todavía inmaturo, pero esto es lo que
he aprendido. Entrenémonos juntos en ello".
Desde el momento que el Universo es
infinito, si usted espera haberlo dominado todo antes de enseñar a los demás,
nunca será maestro. Considerándolo imparcialmente, somos todos inmaturos. Los
buenos instructores son aquellos que con verdadera fe intentan transitar el camino
del progreso junto con los demás.
Un hombre de cerca de 50 años, que
acababa de lograr su primer Dan en Aikido se trasladó de Hawai a Guam y me
preguntó cómo podría continuar su entrenamiento allí. No había gimnasio de
Aikido en Guam.
Le contesté que progresaría
grandemente si reunía un grupo de amigos en Guam y les enseñaba lo aprendido
personalmente. Me objetó que era demasiado inmaturo y le faltaba suficiente
autoconfianza para enseñar a otros. Le expliqué entonces que yo mismo, aunque
inmaturo, enseño a otros, porque el camino que sigo es el del Universo y
es el correcto. Si él creía en la
verdad de lo aprendido sería capaz de enseñarlo a los demás.
También expliqué que sus futuros
alumnos no sabrían siquiera lo que es el brazo imposible de flexionar y si les
enseñaba solamente eso bastaría para hacer progresar a todo el grupo, cada uno
dentro de la sinceridad que pusiera en aprender. Es posible enseñar al día
siguiente lo aprendido el anterior, y por lo tanto, si les enseñaba todo lo
aprendido hasta llegar a la categoría de primer Dan, no había razón alguna por
la cual no pudiera enseñar. Aunque había logrado persuadirlo de que nadie debe
hesitar en enseñar el camino del Universo, finalmente dejó escapar la pregunta
que le atosigaba
: "¿Qué haré si aparece alguien
de mayor tamaño y fuerza que yo?" Contesté que lo correcto sería felicitar
a esta persona por su fortaleza y manifestarle que con el tiempo esta fortaleza
decaería. Enseñar entonces al fuerte que necesita entrenar su espíritu porque
es el espíritu quien controla el cuerpo. Le aconsejé dijera: "El poder
corporal es limitado. Yo soy todavía inmaturo y a los cincuenta años ya no se
es demasiado fuerte, pero estoy estudiando maneras de entrenar mi espíritu y
pienso progresar grandemente de ahora en adelante. El Aikido que estoy
aprendiendo es el verdadero camino del Universo. Si usted me sigue y aprende
también, se hará aún más fuerte. Y progresará a medida que envejezca. Usted
corregirá sus malos hábitos y mejorará su personalidad. Estoy ahora a medio
camino en mis estudios, Por qué no continuamos entrenándonos juntos?"
Sugerí a ese señor que si empleaba
estos argumentos el hombre fuerte probablemente aceptaría reconocido sus
palabras de felicitación y encomio, y muy probablemente se uniría a él. Algunos
años más tarde recibí una fotografía que me enviaba desde Guam, pequeño y sentado
en una silla, con un numeroso grupo de sus alumnos, algunos el doble de su
tamaño, a su alrededor. Todos ellos estaban muy contentos de su actividad con
el maestro y le respetaban grandemente.
El Aikido puede ser totalmente
inútil si la persona sólo imita las técnicas sin practicarlas de corazón. Sólo
cuando cada técnica, cada movimiento corporal está conformado con principios reconocidos,
encontraremos el verdadera Aikido en el cual cuerpo y espíritu marchan unidos.
Por esta razón para la divulgación
del Aikido debemos reunir buenos maestros y enviarlos a los demás países del
mundo, pero son necesarios hombres con buena comprensión de los
principios básicos del Aikido y de
verdadero espíritu, y no poderosos exponentes físicos.
6. SEA JUSTO E IMPARCIAL
Un maestro debe ser completamente
desinteresado, amable, justo e imparcial hacia todos los alumnos. Puesto que
enseñar es aprender, si usted tiene egoísmo en su corazón, su enseñanza no le servirá
de adiestramiento. Por el contrario, debo advertirle que sólo procreará aún más
egoísmos y malos hábitos.
Por supuesto, es fácil enseñar a los
que aprenden rápido, pero no por ello debemos desdeñar a los que no serían
aceptados por las otras artes marciales, personas serias y honestas pero de
malos hábitos y lentas en aprender. El instructor de Aikido debe ser imparcial
con todos. Una persona cuyo cuerpo es torpe o poco flexible o que no aprende
con rapidez está, indudablemente, utilizando incorrectamente su cuerpo su
espíritu. Sin duda alguna deteniendo su Ki retrayéndolo al interior.
Debe enseñársele a volcar su Ki al
exterior y su cuerpo se hará más flexible. Un hombre que tarda en aprender es
probable que no concentre debidamente su espíritu. Vive con la idea de que su
cuerpo y su espíritu son entidades separadas y por lo tanto no puede obligar a
su cuerpo a obedecer los mandatos de su propio espíritu.
Aunque puede haber otros factores
básicos implicados en casos como estos, si corregimos la falta de dominio del
cuerpo por el espíritu y le mostramos el camino a seguir podrá desarrollarse
hasta ser un hombre capaz. De todas maneras, al hombre hábil cualquiera puede
servirle de maestro. Es aquel que puede enseñar a los que realmente necesitan
aprender, el instructor que llamamos privilegiado, entusiasta. Más aún, al
esforzarse para descubrir nuevos métodos de enseñar a los menos dotados, el instructor
mismo consigue mejorar su autodisciplina en los principios básicos del Aikido,
así como sus propias cualidades de conductor. Ser imparcial no significa que
usted debe enseñar a todos de idéntica manera; algunas personas aprenden con
sólo escuchar una vez, otras no lo han logrado al cabo de diez repeticiones.
Las personas mayores, las mujeres y las nenas que no están habituadas al ejercicio
corporal suelen llevar más tiempo para aprender y por ello el instructor debe cuidarlas
especialmente y hacer que durante las prácticas los estudiantes más adelantados
las ayuden.
Es importante que los viejos amigos
practiquen entre sí y el instructor debe cuidar especialmente mantenerlos en la
buena senda y darles una mano amiga para sostenerles.
Esta es la forma de llegar a ser un
instructor verdaderamente imparcial, un hombre iluminado por el espíritu de
amor y afecto por todas las cosas en el verdadero espíritu del Aikido; un
hombre compasivo con todas las personas y todas las cosas.
7. LOS INSTRUCTORES DEBEN TRABAJAR JUNTOS
Los instructores no deben discutir
entre ellos por cuestión de técnicas o métodos de enseñanza. En una misma
técnica existen muchos métodos para enseñarla y la técnica puede también variar
de acuerdo con la fuerza ejercida por el oponente; todas estas variaciones son
correctas si se ajustan a los principios básicos del Aikido. Yo mismo he
enseñado una técnica de cierta forma en un país y distintamente en otro.
Ocasionalmente, varían mis movimientos con la manera en que el oponente aplica
su fuerza. El modo más correcto sería explicar detalladamente cada una de
ellas, pero desde el momento que existen tantas diversas técnicas en el Aikido
agotar una sola de ellas implicaría no dejar tiempo para otra cosa
Independientemente de la cantidad de
variaciones con que enseño una técnica, la persona recordará una sola de ellas.
Otro de los alumnos aprenderá otra de las variantes y sólo ésa y luego al
entrenarse juntos se acusarán mutuamente de utilizar una técnica equivocada.
Las técnicas del Aikido toman un aspecto ligeramente distinto según el
individuo. En algunos casos utilizamos las técnicas más suaves, en otros las
rudas y en muchos otros casos la variación se produce conforme al progreso del
alumno. Todo esto es suficientemente confuso para el principiante, pero si
además los instructores discuten y se acusan mutuamente de procedimientos
equivocados, el novicio se halla en un dilema acerca de lo que debe hacer y con
quién debe estudiar.
En cierta oportunidad, concurrí de
vuelta al cabo un año a un gimnasio donde había enseñado largo tiempo. A1
entrar observé a dos instructores, A y B,discutiendo cuál de los dos efectuaba
correctamente determinada técnica. Cada uno de los dos insistía en que su
propia versión era la correcta y la de su compañero de tareas incorrecta. Pedí
a los dos me demostraran su versión y así lo hicieron, terminada la cual les
comuniqué que ambas eran correctas. Esta decisión les resultó perturbadora,
aunque para ser verídico ambos en realidad ejecutaban mal la técnica en
discusión. Continuando mi argumento les informé que ambos estaban en lo cierto
y equivocados y ante la expresión de incredulidad pintada en sus semblantes les
expliqué: "Ambos efectúan correctamente la técnica. Estoy seguro de
haberla enseñado así a usted (fijando la mirada en A), y también a usted le he
enseñado como la practica (mirando a B). Si digo que ambos tienen razón es
porque cada uno de ustedes recordó un modo correcto, pero no el mismo. Pero
ambos están equivocados porque no se colocan correctamente y esto hace fallar
la técnica." Luego de haber explicado a cada uno los errores cometidos por
ambos, fueron capaces de ejecutar correctamente la técnica.
Luego les insistí en la conveniencia
de no discutir entre los instructores porque esto desorienta a los alumnos.
Nadie es capaz de estudiar diez cosas a un tiempo y recordarlas a la perfección
. Los instructores deben estudiar
conjuntamente y sin egoísmos personales, escuchando lo que sus compañeros
opinan de manera que todos interpreten igualmente lo aprendido y enseñado.
Además les señalé claramente que si hubieran gastado el tiempo empleado en
recriminarse mutuamente, en entrenarse juntos y cooperar para descubrir el
error del punto en disputa, hubieran conseguido solucionar toda la cuestión
mucho antes de mi llegada al gimnasio.
De tiempo en tiempo los instructores
deben reunirse para un período de entrenamiento conjunto, abierta y modestamente.
En las discusiones deben tratar no sólo la eficacia de las técnicas, sino
también si están conformes con los principios del Aikido. Así como el agua en movimiento
sigue ciertas reglas, así el flujo de Ki se ciñe a sus propias regulaciones.
Cualquier intento de forzar el curso
es antinatural. Si la técnica empleada está conforme con los principios,
derribe usted al oponente o sea derribado por él, la sensación será de corrección.
Si no lo hace así, alguna parte de ella está en desarmonía con esos principios
y usted debe repasarla cuidadosamente en todos sus puntos.
Nunca mantenga una opinión estricta
sólo porque siempre lo ha considerado así. El espíritu del Aikido está en
corregir siempre y de inmediato lo que descubrimos como equivocado. Cuando, como
ocurre algunas veces, los jóvenes tienen razón y los ancianos están
equivocados, estos últimos encuentran difícil ceder y seguir la opinión de los
más jóvenes. De hecho, al corregir su equivocación no están siguiendo una
indicación de otros sino efectuando lo que realmente es correcto. Las personas
jóvenes mantendrán su confianza en la persona mayor que admite con franqueza:
"Me he equivocado". Dejar de reconocer un propio error hará sospechar
a los jóvenes de todas las acciones y desconfiarán permanentemente.
El Universo es ancho y sus reglas
profundas. Sea siempre modesto, esfuércese siempre por aprender todo lo que el
Universo puede enseñarle y preste siempre oídos a las opiniones de los demás.
Maestro o alumno, adelantado o principiante, la razón es la razón y un error es
siempre un error.
Grabe este pensamiento en su
corazón.
Estas reglas para instructores de
Aikido se aplican también a todos los componentes de la sociedad.
Somos discípulos del Aikido e
instructores en, Aikido. Un buen discípulo será siempre un buen instructor y
viceversa. Un hombre sincero en su vida personal será un buen dirigente en la
sociedad.
Mi deseo es que todo el mundo diese
aplicación vital a los principios básicos del Aikido, que se entrenara y
demostrase su entrenamiento en los gimnasios especializados y de allí salir
para convertirse en dirigentes activos e influyentes.
(Sensei Koichi Tohei)
Colaboración: Profesor Fernando A Cartofiel
(Profesor de Aikido e Instructor de Defensa Personal)
#SenseiCartofiel
☎ +54 9 2644856171
(Profesor de Aikido e Instructor de Defensa Personal)
#SenseiCartofiel
☎ +54 9 2644856171
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