martes, 21 de enero de 2020

KOICHI TOHEI & REGLAS PARA INSTRUCTORES


REGLAS PARA INSTRUCTORES


Es más fácil aprender que enseñar

. Es bastante fácil simplemente explicar algo sin interesarse mayormente en si el alumno comprende o no lo enseñado, pero si usted lo guía correctamente y enseña en forma imparcial, con el profundo deseo de que sus alumnos dominen las materias que usted les presenta, tomando al mismo tiempo en consideración las características individuales y capacidad de aprender de cada uno de ellos, entonces no será en absoluto fácil.

Enseñar Aikido es particularmente dificultoso porque al hacerlo debemos elevar al alumno desde un mundo corporal a uno espiritual; debemos enseñar la unificación del cuerpo y el espíritu y guiar de la mano a nuestros estudiantes hasta el punto en que se hallen en condiciones de poner en práctica lo aprendido.

Por supuesto, es de rigor que el maestro debe haber dominado, puesto en práctica y creer firmemente en lo que ha enseñado. Si enseñamos las reglas del Universo en forma indiscriminada, sucederá como cuando un ciego guía a otro ciego, es imposible prever el camino equivocado por donde irán los pasos de ambos. Para poder enseñar debemos mantener los ojos bien abiertos y aceptar la plena responsabilidad de nuestras acciones.



1. CRECIENDO JUNTOS

Ocasionalmente, encontramos entre los estudiantes de Aikido a personas que practican diligentemente; pero que sólo se hallan interesadas en su propio progreso y asumen una expresión de impaciencia cuando se les solicita que guíen a sus compañeros menos, adelantados. La disciplina personal es muy buena, por supuesto, pero si sólo se progresa en

las técnicas, las personas egoístas sólo conseguirán llegar a un punto, aquel hasta donde el cuerpo puede progresar, pero serán incapaces de penetrar en el campo del progreso espiritual.

El principio básico del Aikido es amor y protección para todas las cosas. Nuestro espíritu se halla aunado con el del Universo. Por esta razón nuestro Ki se halla en estado de perfecta conjunción con el Ki del Universo.

Esta actitud de "estoy muy bien", palabras de egoísmo personal, es una obstrucción al flujo de Ki y nos impide realmente consubstanciarnos con los principios del Universo. Además, el egoísmo lleva directamente a la arrogancia, que a su vez retarda el progreso.

En general, en el mundo en que vivimos no existe algo como "a beneficio de los demás". A menudo decidimos hacer algo a beneficio de los demás pero como un medio de ganar su gratitud y luego nos enfurecemos cuando las cosas no salen exactamente como las habíamos planeado. Todo lo que se haga en beneficio ajeno es de hecho en nuestro propio beneficio.

Lo hicimos, en gran medida, para aumentar nuestras propias virtudes. Después de todo, ¿no somos nosotros mismos los que ganamos más al mejorarnos ejerciendo nuestros esfuerzos en beneficio de otros? El estudiante de Aikido que practique diligentemente este principio y que mayormente se preocupe de guiar a sus compañeros menos adelantados a lo largo del camino del progreso técnico y espiritual, éste es el hombre que avanzará más lejos.

Las otras artes marciales enseñan que no ganaremos fortaleza a menos que luchemos con hombres más poderosos que nosotros. Aunque el Aikido enseña también la importancia de enfrentar a personas más fuertes y sobresalientes que nosotros mismos, y que debemos aprender todo lo posible de éstas, sostiene asimismo que solamente dichas prácticas de clase son insuficientes.

El Aikido sostiene que debemos primero dominar adecuadamente un asunto por nuestro propio esfuerzo y luego, dentro de los límites de nuestro conocimiento, intentar amablemente guiar a los más jóvenes por esta misma vía. Progresamos enseñando a otros, porque enseñar es una forma de aprender. La persona que enseña principios correctos no puede permitirse errores. Si enseña a los demás a no encolerizarse no debe ella misma perder su calma. Debemos comportarnos como enseñamos a los demás a hacerlo: corrigiendo los malos hábitos ajenos, también corregimos los propios.

Aunque es muy difícil entrenar a una persona que aprende con mucha lentitud y además plagada de malos hábitos, si conseguimos que ejecute correctamente las técnicas y la vigilamos constantemente e intentamos, basándonos en principios correctos, enseñarle por lo menos alguna cosa, progresará.

Simultáneamente, el instructor progresará grandemente él mismo en las técnicas que enseña y en los puntos más difíciles de los principios del Aikido.

El alumno estará, por supuesto, muy agradecido, pero el instructor debe también estarlo por haber tenido la oportunidad de mejorar su autodisciplina. Intentar seria y cariñosamente guiar a otros nos hace dar pasos gigantescos en nuestras propias técnicas y personalidad.

Es equivocado creer que no podemos ocupar posiciones más elevadas sin desplazar de ellas a otros.

Es algo de gran valor progresar nosotros mismos, haciendo al mismo tiempo progresar a otros. El camino del Aikido es el del progreso con los compañeros al aprender con ellos y ayudándoles al mismo tiempo. Este es ciertamente también el camino a seguir en la vida diaria.

No sea avaro con la técnica que acaba de aprender. Encerrar los principios aprendidos del Universo en lo más profundo de nuestro corazón, sin compartirlos, no es el camino para recibir futuros beneficios. Debemos repartir cariño sin retacearlo. Si damos de lo aprendido todo lo más posible, podremos aprender más aún. No se preocupe porque pueda extinguirse la fuente de conocimientos; el Universo es infinito.



2. UN INSTRUCTOR DEBE SER MODESTO

Algunas veces la persona colocada en el lugar del instructor desea alardear un poco. La verdad es simplemente que una persona colocada en la posición de enseñar necesariamente no ha dominado todos los principios que el Universo tiene para enseñarnos. Puede estar adelantada un paso más pero continúa siendo sólo un compañero de sus alumnos en el camino del Universo. Después de todo, la persona que se halla un paso más adelante debe guiar a los que se hallan más atrás.

Que un instructor se considere a sí mismo un ser perfecto es una ilusión ridícula. La presunción cierra los ojos del espíritu y lleva a regresión más que a progreso. Sea negligente y el grupo más joven le empujará más y más a un segundo plano. Aunque un gran maestro la protagonice, una equivocación es siempre una equivocación; y aunque sea un principiante el que ejecuta un acto correcto es correcto. El instructor no debe estar satisfecho con la reputación derivada de ocupar el sitio de maestro; debe hallarse constantemente en busca de correcto progreso

. Sólo cuando un hombre es poseedor de un corazón humilde es un espléndido maestro.



3. LOS ALUMNOS SON ESPEJO DE SU MAESTRO

A1 mismo tiempo que el maestro y el alumno son compañeros que avanzan por el camino del Universo también son un espejo doble donde se reflejan el uno en el otro. Las virtudes y defectos del maestro son visibles en el alumno y viceversa. Si el alumno estudia con sinceridad el maestro también enseñará sinceramente y ambos podrán madurar y progresar juntos. Si un alumno es irrespetuoso con su maestro o muestra interés en aprender únicamente las técnicas, e1 maestro lo notará y el alumno será incapaz de aprender lo mejor que su maestro tiene para ofrecerle. Aun cuando el maestro sea enteramente sincero en su enseñanza, un estudiante con este espíritu es muy poco probable que pueda aprovecharla efectivamente.

Una vez que usted se decide a comenzar su aprendizaje con cierto instructor no utilice su inmaduro espíritu para criticarle. Estudie con tanto entusiasmo que parezca que usted haya asumido hasta los propios hábitos de su instructor. Naturalmente, el espíritu de un instructor se refleja en sus alumnos. Si el maestro es presumido, sus alumnos lo serán también. Si baladronea, ellos también lo harán. Si los considera de poco valor, le será retribuido el sentimiento. Un maestro que, por el contrario, enseña principios correctos de Aikido y los pone personalmente en práctica, desarrollará buenos discípulos. Si el maestro es el espejo de sus discípulos, ellos lo son de él. El maestro que haya malos hábitos entre sus alumnos debe considerarlos como reflexiones de sí mismo. La imagen de sí que un maestro ve en sus discípulos es una admonición para continuar aún más esforzadamente sus propios esfuerzos.

Un instructor que enseña los principios del Universo no debe olvidar que sus estudiantes le observan. Sus propias palabras y acciones deben conformarse al principio de unificación de la palabra y acción que usted expone. Es vital preservar también la actitud de que usted mismo está aprendiendo de sus alumnos.



4. DERECHO NO ES FUERZA

Aunque es recomendable que un instructor enseñe fortaleza a sus alumnos, esta fortaleza no debe ser su objetivo principal. Esta actitud de que fuerza equivale a derecho no es encomiable. A medida que aumenta el número de personas en el mundo que creen en la fuerza, así aumentan también las probabilidades de perturbaciones y guerras.

En el Aikido, en que la meta es la unificación de cuerpo y espíritu y la perfección de la personalidad humana, aun una pequeña porción de ansia de poder o complacencia de conocer todas las técnicas es deshonrosa y requiere corrección. El Aikido contiene miles de técnicas y decenas de miles de variaciones de las mismas. Una vez que usted haya aprendido lo suficiente para hallarse ilustrado con respecto a los principios del Aikido, usted mismo podrá inventar nuevas técnicas y descubrir nuevos movimientos, pero es sólo posible si los principios seguidos son los correctos.

Algunas personas piensan que si descubren o inventan una técnica diferente, la prueban sobre un oponente y funciona bien, han creado de hecho una nueva técnica. De la misma manera que si un adulto prueba una técnica en un niño, la ejecute bien o mal es muy fácil que tenga éxito, como

igualmente, si una persona con tres o cuatro años

de experiencia en Aikido prueba una técnica en un

principiante. El hombre de más experiencia vencerá con seguridad. El problema no es si la técnica

funciona o no, sino que sea correcta. Una técnica incorrecta no funcionará ni siquiera sobre un

estudiante

recién iniciado.

Algunos pocos instructores tienen el hábito de hacer que sus alumnos intenten una técnica sobre ellos y vencerlos para demostrarse a sí mismos su fortaleza. Un maestro debe corregir los malos hábitos de sus discípulos, pero no detener el progreso de éstos a mitad del camino. Si intenta demostrar su propia fortaleza despertará resentimientos entre sus alumnos. No estará enseñando el principio de no disensión sino la teoría de la lucha. Los estudiantes perderán el deseo de buscar el

Aikido correcto y desearán sólo la fortaleza física. Siempre debe usted tratar de conformar, humildemente, su enseñanza con los principios correctos y evitar toda disconformidad con dichos principios. Su actitud al enseñar debe ser siempre una búsqueda conforme a los principios y un deseo de enseñarlo a los demás.

No tiene la razón el poderoso, sino que quien tiene la razón es poderoso. Aunque oigamos decir que entre los que tienen la razón hay personas débiles, aquéllos que son débiles de hecho no están totalmente dentro del ámbito de la razón. El camino que se halla de acuerdo con las leyes del

Universo es el camino a la mayor fortaleza. Debernos ejercitar nuestros mayores esfuerzos en probarlo y mostrar al mundo que la razón es la más fuerte.



5. ES LA ACTITUD Y NO EL GRADO LA QUE HACE AL INSTRUCTOR

Existe la noción entre los no iniciados de que no es posible enseñar hasta no ser personalmente muy fuerte. Algunas personas ya experimentadas se rehusan a instruir a sus compañeros más jóvenes porque se creen a sí mismas inmaturas y poco fuertes. La fortaleza y destreza técnica y el ser un buen instructor son cuestiones diferentes. La persona fuerte no es siempre un buen instructor. Por supuesto, lo ideal es ser al mismo tiempo fuerte y un buen instructor, pero puede ser relativamente débil y no un ejemplo de habilidad técnica precisamente y sin embargo enseñar exitosamente a los demás. Un hombre no necesita ser un maravilloso nadador para ser un buen entrenador de natación.

Para ser un buen instructor se debe enseñar

a otros, entusiasta y cariñosamente, los principios básicos hasta los límites de la propia sabiduría. Aprenda ya sea un día o un año y usted será capaz de enseñar espléndidamente lo que usted aprendió en ese día o año.

Digamos que A pregunta a B cómo llegar a la ciudad C. B nunca estuvo en ese lugar, pero ha oído decir que debe caminarse directamente hacia delante. Si entonces dice: "Nunca he estado en C y no tengo por qué decirle cómo llegar allí", es lo mismo que la persona que declina enseñar a otro un punto de Aikido porque se siente inmatura al respecto. Esta respuesta es directa y modesta, pero escasamente amable. B podría haber dicho con mucho mejor efecto: "Nunca he estado allí, pero he oído decir que se puede llegar caminando directamente hacia delante". Si usted ha estudiado las leyes del Universo y cree en ellas, no tendrá hesitación alguna en decir: "Personalmente soy todavía inmaturo, pero esto es lo que he aprendido. Entrenémonos juntos en ello".

Desde el momento que el Universo es infinito, si usted espera haberlo dominado todo antes de enseñar a los demás, nunca será maestro. Considerándolo imparcialmente, somos todos inmaturos. Los buenos instructores son aquellos que con verdadera fe intentan transitar el camino del progreso junto con los demás.

Un hombre de cerca de 50 años, que acababa de lograr su primer Dan en Aikido se trasladó de Hawai a Guam y me preguntó cómo podría continuar su entrenamiento allí. No había gimnasio de Aikido en Guam.

Le contesté que progresaría grandemente si reunía un grupo de amigos en Guam y les enseñaba lo aprendido personalmente. Me objetó que era demasiado inmaturo y le faltaba suficiente autoconfianza para enseñar a otros. Le expliqué entonces que yo mismo, aunque inmaturo, enseño a otros, porque el camino que sigo es el del Universo y

es el correcto. Si él creía en la verdad de lo aprendido sería capaz de enseñarlo a los demás.

También expliqué que sus futuros alumnos no sabrían siquiera lo que es el brazo imposible de flexionar y si les enseñaba solamente eso bastaría para hacer progresar a todo el grupo, cada uno dentro de la sinceridad que pusiera en aprender. Es posible enseñar al día siguiente lo aprendido el anterior, y por lo tanto, si les enseñaba todo lo aprendido hasta llegar a la categoría de primer Dan, no había razón alguna por la cual no pudiera enseñar. Aunque había logrado persuadirlo de que nadie debe hesitar en enseñar el camino del Universo, finalmente dejó escapar la pregunta que le atosigaba

: "¿Qué haré si aparece alguien de mayor tamaño y fuerza que yo?" Contesté que lo correcto sería felicitar a esta persona por su fortaleza y manifestarle que con el tiempo esta fortaleza decaería. Enseñar entonces al fuerte que necesita entrenar su espíritu porque es el espíritu quien controla el cuerpo. Le aconsejé dijera: "El poder corporal es limitado. Yo soy todavía inmaturo y a los cincuenta años ya no se es demasiado fuerte, pero estoy estudiando maneras de entrenar mi espíritu y pienso progresar grandemente de ahora en adelante. El Aikido que estoy aprendiendo es el verdadero camino del Universo. Si usted me sigue y aprende también, se hará aún más fuerte. Y progresará a medida que envejezca. Usted corregirá sus malos hábitos y mejorará su personalidad. Estoy ahora a medio camino en mis estudios, Por qué no continuamos entrenándonos juntos?"

Sugerí a ese señor que si empleaba estos argumentos el hombre fuerte probablemente aceptaría reconocido sus palabras de felicitación y encomio, y muy probablemente se uniría a él. Algunos años más tarde recibí una fotografía que me enviaba desde Guam, pequeño y sentado en una silla, con un numeroso grupo de sus alumnos, algunos el doble de su tamaño, a su alrededor. Todos ellos estaban muy contentos de su actividad con el maestro y le respetaban grandemente.

El Aikido puede ser totalmente inútil si la persona sólo imita las técnicas sin practicarlas de corazón. Sólo cuando cada técnica, cada movimiento corporal está conformado con principios reconocidos, encontraremos el verdadera Aikido en el cual cuerpo y espíritu marchan unidos.

Por esta razón para la divulgación del Aikido debemos reunir buenos maestros y enviarlos a los demás países del mundo, pero son necesarios hombres con buena comprensión de los

principios básicos del Aikido y de verdadero espíritu, y no poderosos exponentes físicos.



6. SEA JUSTO E IMPARCIAL

Un maestro debe ser completamente desinteresado, amable, justo e imparcial hacia todos los alumnos. Puesto que enseñar es aprender, si usted tiene egoísmo en su corazón, su enseñanza no le servirá de adiestramiento. Por el contrario, debo advertirle que sólo procreará aún más egoísmos y malos hábitos.

Por supuesto, es fácil enseñar a los que aprenden rápido, pero no por ello debemos desdeñar a los que no serían aceptados por las otras artes marciales, personas serias y honestas pero de malos hábitos y lentas en aprender. El instructor de Aikido debe ser imparcial con todos. Una persona cuyo cuerpo es torpe o poco flexible o que no aprende con rapidez está, indudablemente, utilizando incorrectamente su cuerpo su espíritu. Sin duda alguna deteniendo su Ki retrayéndolo al interior.

Debe enseñársele a volcar su Ki al exterior y su cuerpo se hará más flexible. Un hombre que tarda en aprender es probable que no concentre debidamente su espíritu. Vive con la idea de que su cuerpo y su espíritu son entidades separadas y por lo tanto no puede obligar a su cuerpo a obedecer los mandatos de su propio espíritu.

Aunque puede haber otros factores básicos implicados en casos como estos, si corregimos la falta de dominio del cuerpo por el espíritu y le mostramos el camino a seguir podrá desarrollarse hasta ser un hombre capaz. De todas maneras, al hombre hábil cualquiera puede servirle de maestro. Es aquel que puede enseñar a los que realmente necesitan aprender, el instructor que llamamos privilegiado, entusiasta. Más aún, al esforzarse para descubrir nuevos métodos de enseñar a los menos dotados, el instructor mismo consigue mejorar su autodisciplina en los principios básicos del Aikido, así como sus propias cualidades de conductor. Ser imparcial no significa que usted debe enseñar a todos de idéntica manera; algunas personas aprenden con sólo escuchar una vez, otras no lo han logrado al cabo de diez repeticiones. Las personas mayores, las mujeres y las nenas que no están habituadas al ejercicio corporal suelen llevar más tiempo para aprender y por ello el instructor debe cuidarlas especialmente y hacer que durante las prácticas los estudiantes más adelantados las ayuden.

Es importante que los viejos amigos practiquen entre sí y el instructor debe cuidar especialmente mantenerlos en la buena senda y darles una mano amiga para sostenerles.

Esta es la forma de llegar a ser un instructor verdaderamente imparcial, un hombre iluminado por el espíritu de amor y afecto por todas las cosas en el verdadero espíritu del Aikido; un hombre compasivo con todas las personas y todas las cosas.



7. LOS INSTRUCTORES DEBEN TRABAJAR JUNTOS

Los instructores no deben discutir entre ellos por cuestión de técnicas o métodos de enseñanza. En una misma técnica existen muchos métodos para enseñarla y la técnica puede también variar de acuerdo con la fuerza ejercida por el oponente; todas estas variaciones son correctas si se ajustan a los principios básicos del Aikido. Yo mismo he enseñado una técnica de cierta forma en un país y distintamente en otro. Ocasionalmente, varían mis movimientos con la manera en que el oponente aplica su fuerza. El modo más correcto sería explicar detalladamente cada una de ellas, pero desde el momento que existen tantas diversas técnicas en el Aikido agotar una sola de ellas implicaría no dejar tiempo para otra cosa

Independientemente de la cantidad de variaciones con que enseño una técnica, la persona recordará una sola de ellas. Otro de los alumnos aprenderá otra de las variantes y sólo ésa y luego al entrenarse juntos se acusarán mutuamente de utilizar una técnica equivocada. Las técnicas del Aikido toman un aspecto ligeramente distinto según el individuo. En algunos casos utilizamos las técnicas más suaves, en otros las rudas y en muchos otros casos la variación se produce conforme al progreso del alumno. Todo esto es suficientemente confuso para el principiante, pero si además los instructores discuten y se acusan mutuamente de procedimientos equivocados, el novicio se halla en un dilema acerca de lo que debe hacer y con quién debe estudiar.

En cierta oportunidad, concurrí de vuelta al cabo un año a un gimnasio donde había enseñado largo tiempo. A1 entrar observé a dos instructores, A y B,discutiendo cuál de los dos efectuaba correctamente determinada técnica. Cada uno de los dos insistía en que su propia versión era la correcta y la de su compañero de tareas incorrecta. Pedí a los dos me demostraran su versión y así lo hicieron, terminada la cual les comuniqué que ambas eran correctas. Esta decisión les resultó perturbadora, aunque para ser verídico ambos en realidad ejecutaban mal la técnica en discusión. Continuando mi argumento les informé que ambos estaban en lo cierto y equivocados y ante la expresión de incredulidad pintada en sus semblantes les expliqué: "Ambos efectúan correctamente la técnica. Estoy seguro de haberla enseñado así a usted (fijando la mirada en A), y también a usted le he enseñado como la practica (mirando a B). Si digo que ambos tienen razón es porque cada uno de ustedes recordó un modo correcto, pero no el mismo. Pero ambos están equivocados porque no se colocan correctamente y esto hace fallar la técnica." Luego de haber explicado a cada uno los errores cometidos por ambos, fueron capaces de ejecutar correctamente la técnica.

Luego les insistí en la conveniencia de no discutir entre los instructores porque esto desorienta a los alumnos. Nadie es capaz de estudiar diez cosas a un tiempo y recordarlas a la perfección

. Los instructores deben estudiar conjuntamente y sin egoísmos personales, escuchando lo que sus compañeros opinan de manera que todos interpreten igualmente lo aprendido y enseñado. Además les señalé claramente que si hubieran gastado el tiempo empleado en recriminarse mutuamente, en entrenarse juntos y cooperar para descubrir el error del punto en disputa, hubieran conseguido solucionar toda la cuestión mucho antes de mi llegada al gimnasio.

De tiempo en tiempo los instructores deben reunirse para un período de entrenamiento conjunto, abierta y modestamente. En las discusiones deben tratar no sólo la eficacia de las técnicas, sino también si están conformes con los principios del Aikido. Así como el agua en movimiento sigue ciertas reglas, así el flujo de Ki se ciñe a sus propias regulaciones.

Cualquier intento de forzar el curso es antinatural. Si la técnica empleada está conforme con los principios, derribe usted al oponente o sea derribado por él, la sensación será de corrección. Si no lo hace así, alguna parte de ella está en desarmonía con esos principios y usted debe repasarla cuidadosamente en todos sus puntos.

Nunca mantenga una opinión estricta sólo porque siempre lo ha considerado así. El espíritu del Aikido está en corregir siempre y de inmediato lo que descubrimos como equivocado. Cuando, como ocurre algunas veces, los jóvenes tienen razón y los ancianos están equivocados, estos últimos encuentran difícil ceder y seguir la opinión de los más jóvenes. De hecho, al corregir su equivocación no están siguiendo una indicación de otros sino efectuando lo que realmente es correcto. Las personas jóvenes mantendrán su confianza en la persona mayor que admite con franqueza: "Me he equivocado". Dejar de reconocer un propio error hará sospechar a los jóvenes de todas las acciones y desconfiarán permanentemente.

El Universo es ancho y sus reglas profundas. Sea siempre modesto, esfuércese siempre por aprender todo lo que el Universo puede enseñarle y preste siempre oídos a las opiniones de los demás.

Maestro o alumno, adelantado o principiante, la razón es la razón y un error es siempre un error.
Grabe este pensamiento en su corazón.


Estas reglas para instructores de Aikido se aplican también a todos los componentes de la sociedad.

Somos discípulos del Aikido e instructores en, Aikido. Un buen discípulo será siempre un buen instructor y viceversa. Un hombre sincero en su vida personal será un buen dirigente en la sociedad.

Mi deseo es que todo el mundo diese aplicación vital a los principios básicos del Aikido, que se entrenara y demostrase su entrenamiento en los gimnasios especializados y de allí salir para convertirse en dirigentes activos e influyentes. 
(Sensei Koichi Tohei)

Colaboración: Profesor Fernando A Cartofiel
(Profesor de Aikido e Instructor de Defensa Personal)
#SenseiCartofiel
☎ +54 9 2644856171

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